Me llamo Rosa como mi abuela paterna a la que no tuve el honor de conocer, pero me cuentan que era ama de cría con una sola teta.
Dicen que otras madres que no podían amamantar llevaban a sus criaturas para que mi abuela (lactando ella también) las pudiera poner al pecho y en época de posguerra sacarlas adelante.
Me apellido Fernández. Mi padre era un hombre de latifundio extremeño, pastor desde niño al cuidado de las cabras del patrón; sólo, en aquellas extensiones, sin ir al colegio, apenas aprendió a leer, se forjó en un carácter duro, difícultado por las circunstancias que le rodearon.
De dónde venimos, nos marca.
Construye en nosotros una forma de ser…a veces te puede frenar, pero otras te impulsa y te lanza como una catapulta hacia una bonita trasformación.
Mi línea paterna es mi diamante en bruto… orgullosa de ellos…rendida a su destino…tomo con fuerza el testigo de vivir mi vida comprendiendo la suya y ofrecerles a mis hijas y a las personas que me quieren y me rodean una pincelada de este hermoso puzzle, para que todo cobre sentido cuando caminar hacia delante es nuestra única opción.
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